El destino de los emigrantes españoles ha variado durante la historia. Hasta mediados del siglo XX, el destino era principalmente América Latina, pero también Estados Unidos, Filipinas y la África española. Ya en el siglo XX, varió sus destinos principales de América a otras partes de Europa, deteniéndose como consecuencia de la crisis de 1973.
La guerra civil de 1936-1939 fue otro de los detonantes de la emigración española y dio origen al exilio republicano, incomparablemente más numeroso, que se repartió por Europa e Iberoamérica. Entre tanto, y tras la ralentización que había supuesto la crisis de 1929, los movimientos migratorios tradicionales no se habían detenido ni cambiado los destinos preferentes (Venezuela, y luego Uruguay, Cuba, Perú, México, Chile y Argentina...). Todo ello hasta la salida de la autarquía y el plan de estabilización de 1959 (a principios de los 50 se crea el Instituto Español de Emigración), que significó el comienzo de una emigración masiva en dirección a la Europa reconstruida tras la Segunda Guerra Mundial. Más de un millón de personas, lo que representó el 70% de la emigración total en el periodo 1959-1973. Simultáneamente se produjo el éxodo rural nacional, del campo a la ciudad.